Durante todas las vacaciones de Navidad no he tenido botellas que llevarme a la mano gracias a la delicadeza de los profesores de universidad, que entienden el periodo vacacional como un sinfín de tiempo libre en el que nosotros, los alumnos, vamos a salirnos de madre y vamos a volver descarrilados y echados a perder, y como más vale prevenir que curar, mandan “tareítas” que me tienen despavorido y, por supuesto, alejado de la vida. Como ya me sabe fatal, porque, a este ritmo, no recogerán mis botellas ni los limpia-costas, me he escondido de mis obligaciones para embotellar una cita preciosa de La historia interminable, el libro que me estoy leyendo y uno de los poquísimos ocios a los que he tenido acceso.
–Calma, pequeño necio –gruñó el hombre-lobo–. En cuanto te llegue el turno de saltar a la Nada, serás también un servidor del poder, desfigurado y sin voluntad. Quién sabe para qué les servirás. Quizá, con tu ayuda, harán que los hombres compren lo que no necesitan, odien lo que no conocen, crean en lo que los hace sumisos o duden de lo que podría salvarlos. Con vosotros, pequeños fantasios, se harán grandes negocios en el mundo de los hombres, se declararán guerras, se fundarán imperios mundiales...
FELIZ AÑO NUEVO Y GRACIAS POR COMPARTIR ESTE NAUFRAGIO DE MUNDO
Los aquí leyentes seguirán recibiendo verdades en botella, aunque la verdad sea relativa y las mentiras formen parte de una historia interminable. Nos vemos el año que viene.