viernes, 18 de diciembre de 2009

Los pañales y los peces


Perdón por el retraso, pero la vida de los náufragos no es que sea muy mesurada, al menos la de los náufragos que yo conozco, y una isla desierta tiene más trajines de los que cualquiera pueda imaginar.

No, la botella de hoy no es una versión actualizada del milagro de Jesús (que bien haría falta entre tanto estómago vacío). La botella de hoy es de las que desea estamparse en el cogote de alguien, a ser posible, de alguien que esté sentado en un sillón preferencial de la cumbre de Copenhage.

En cuatro brochazos, la cumbre de Copenhage pretende relevar el protocolo de Kioto, que expira en 2012. Aunque, claro, no es un relevo en sí porque Kioto, entre pitos y flautas, ha tenido un efecto igual a cero, así que, más bien, Copenhage es el enésimo intento no ya de salvar nada, porque el planeta ya está perdido, sino de conseguir que se nos retrase la autodestrucción. Hoy es, en principio, la jornada de clausura, pero por estas fechas no hay acuerdo sobre la mesa. Las razones principales: el G-77 (es decir, una ristra de países desnutridos) están encolerizados ante el egoísmo de las megapotencias y se niegan a pactar hasta que China, EE UU y otros miembros del G-8 no agachen la cabeza en cuanto al clima se refiere. Del otro lado, China se cierra en banda y no parece que vaya a consentir que nadie, ni la ONU ni la corte celestial al completo, tenga acceso a sus datos de emisiones de CO2 a la atmósfera. Lógicamente, sin conocer cuánto escupe el gigante asiático, no se le puede pedir que reduzca.

Hasta ahora, la cumbre ha destacado por dos vergüenzas principales. La primera, una organización propia de una fiesta de quinceañeros, que dejó en la calle a miles de personas, pertenecientes a ONG y grupos ecologistas y que, acto seguido, anunció que esta pandilla de abraza-árboles (esto es cosecha propia, pero que me corten la mano si la organización no lo pensó) no podrían asistir al interior de la cumbre por falta de infraestructura. ¡Qué casualidad que no haya sitio para el colectivo que más ganas tiene de solucionar algo! La segunda vergüenza principal es que casi a diario se ha redactado un borrador que perfectamente podría haber estado escrito por un chimpancé mecanógrafo, porque los puntos y compromisos son tan ridículos como: “se pondrá límite a las emisiones tan pronto como sea posible” (¿hola?).

Una línea de acción paralela consiste en la creación de una fondo en el que las potencias mejor posicionadas inyecten una cantidad periódica para financiar la modernización energética de los países pobres y emergentes, pero claro, nuestros países se han gastado todos los ahorros en salvar bancos y entidades financieras, que son las que producen dinerito, mucho más importante que el oxígeno. En resumen, están dispuestos a soltar una miseria anual.
Mientras tanto, este náufrago, que en poco tiempo podría quedarse sin isla si los casquetes polares continúan llorando, aporta dos datos significativos que arrojan luz (y piedras e improperios) a los patéticos vaivenes de esta cumbre de Copenhage:

- En un país desarrollado, los pañales que desecha un bebé en sus primeros tres años de vida producen más emisión de gases de efecto invernadero que un habitante del tercer mundo en toda su vida.

- El 90% de todos los peces marinos de tamaño grande han desaparecido en los últimos 10 años.

P.D.: al menos Aminatu ya está en casa. Ya que has leído hasta aquí, ¿por qué no sueltas un comentario? Gracias.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Aminatu Haidar y la muerte digna


Cada día que pasa, esta mujer está más cerca de la muerte. A estas alturas supongo que serán bastantes los que conozcan su historia, pero siempre quedan náufragos despistados y hoy me comprometo a lo poco que puedo hacer desde una isla desierta: difundir su voz.

Esta activista por el reconocimiento del pueblo saharui y el derecho a la autodeterminación se encuentra en huelga de hambre desde hace 18 días en el aeropuerto de Lanzarote, al que llegó en contra de su voluntad y siendo obligada a violar varios deberes, como el de viajar sin pasaporte, pasaporte que Marruecos tiene retenido, o pasaporte que España le ofrece (lo cual, además de una irregularidad legal, también es un trato injusto para con el resto de inmigrantes anónimos) con tal de que el asunto no trascienda.

Los detalles de su historia son muchos y muy burocráticos y no caben todos en una botella, pero sí que cabe mencionar que su determinación y su valentía demuestran que está hecha de un material que abunda poco en la especie humana. Ante la pregunta de los periodistas sobre qué pasará con sus hijos si ella muere, sobre si está dispuesta a dejarlos huérfanos, Aminatu responde: ellos vivirán sin madre pero con dignidad.

¡¡ÁNIMO AMINATU!!


P.D.: la música es de Tinariwen, un grupo de antiguos guerrilleros saharauis que un buen día decidieron que la música era mejor arma que las propias armas. Otro día hablaré de ellos.

jueves, 19 de noviembre de 2009

El recuerdo y la memoria


El problema de ser náufrago es que a veces las playas de la isla se vuelven monocordes. A veces no hay nada nuevo en el horizonte que me incite a lanzar una botella nueva. A veces, cuando eso me pasa, me veo empujado a atravesar el mar para robar conversaciones en medio de las aglomeraciones que se suceden en las ciudades. Este hurto al que acostumbre hay que hacerlo en solitario y escurridizo, estar anónimo y al acecho entre la gente, y aplicar el oído durante los escasos segundos en que alguien cruza y deja colgadas algunas palabras. ¡Zas! Cuando ya las tengo, trato de trabajarlas y hacer algo útil con ellas: una nave espacial, un libro o un paisaje.

Os cuento, pues, en esta botella, mi último robo. “...porque recordar significa precisamente...”. No sé qué precedió ni qué vino después de ese trozo, pero me hizo pensar sobre el significado de recordar, sobre su espacio preciso.

Recordar, etimológicamente, es volver a pasar por el corazón (cor, cordis). Cuando uno dice recuerdo, habla de algo cargado de sentimientos y fotografías. Entonces, los recuerdos son un elemento peligroso, ya que no viven en el juicio sino en las impresiones, y a menudo pueden matizarse al antojo de quien recuerda, que se atreve a poner y quitar para que el recuerdo esté cómodo en el corazón. Así, hay héroes históricos que también tuvieron su lado villano al igual que hay tiranos que hicieron algo sensato, pero en el recuerdo se mantiene sólo una de las partes, la que más destaque. Al igual, hay personas que ya no están (tal vez para siempre o sólo por un tiempo) y que, al recordarlas, las desproveemos de todo mal, para que adornen mejor la nostalgia.

Memoria, en cambio, no es en realidad un sinónimo. La memoria es el acto de mantener el pasado en la mente, un hecho tal y como fue, sin que lo abracen la subjetividad ni los ánimos. Son datos tal cual.

Y con todo esto empecé a pensar en el concepto de memoria histórica. Personalmente, me posiciono a favor de este concepto, me parece una acción necesaria que alivia a muchas personas que han sufrido o heredado actos sin justificación por los que nadie les había pedido disculpas. Apruebo los monumentos, los homenajes, las indemnizaciones, etc. Todo merece un sitio y, en cierto modo, las legislaciones que tratan este tema, pretenden ubicar la Historia de un pueblo y consonarla con la forma en que el pueblo la siente (la historia, digo).

En cambio, porque somos humanos, no es fácil parcelar estas dos maneras de observar el pasado y es fácil hacer de la memoria recuerdo, o, a lo mejor, viceversa. Una de las mayores polémicas en torno a la ley para la Memoria Histórica es el desenterramiento de fosas comunes, en concreto, el de la que supuestamente alberga a Lorca.

Si se encuentran los restos de Lorca, se ubican en un mapa y se incluyen en las guías turísticas, no sé qué beneficio obtendrá nuestra memoria o nuestro recuerdo histórico. Si la memoria es recordar un asunto tal y como ocurrió, creo que no hay mayor símbolo histórico y fiel a la Historia que el hecho de que uno de los artistas más importantes de todo el siglo pasado, una de las personalidades más singulares de la poesía y del teatro, esté en el subsuelo de algún punto incierto de la Vega de Granada que nadie conoce con certeza, tal y como resultó de los hechos que ocurrieron, así de cruel, así de injusto. Así lo prefiero. ¿Y vosotros?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Berlín y la anécdota inaudita


Perdón por el retraso, pero hace no mucho que he vuelto de Berlín, la gran ciudad, y uno necesita su tiempo para readaptarse al naufragio. Justo he vuelto en las vísperas del vigésimo aniversario de la caída del muro, uno de los momentos históricos más trascendentales de los últimos 50 años y etc. En cambio, uno no vuelve a su isla para dar lecciones de historia, sino para contar la gran anécdota que se esconde detrás del derrumbe del telón de acero, que no mucha gente conoce, y que a mí se me antoja uno de los actos más heroicos que la humanidad ha llevado a cabo sin que nadie se lo ordenase.

Érase una vez una rueda de prensa convocada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de la antigua RDA a la que Riccardo Ehrman, corresponsal para la agencia italiana de noticias ANSA, asistió intrigado por las palabras del convocador (“es muy importante”). Era 9 de noviembre de 1989.

La rueda de prensa se planteaba como una de tantas en las que el gobierno anunciaría nuevas medidas aperturistas que posteriormente se anularían o se modificarían de forma que no fueran tan maravillosas como se anunciase. En cambio, en esta ocasión, se produjeron varios errores. En primer lugar, Günter Schabowski, portavoz del gobierno, acababa de regresar de las vacaciones y minutos antes de la rueda de prensa recibió de manos de Egon Krenz, jefe del partido comunista, los documentos que sostendrían sus palabras, entre los que había una nota en la que rezaba “Ab sofort” (a partir de ya) que posiblemente estuviese ahí traspapelada.

Casi a su término, la reunión iba a pasar sin más como otra rueda de prensa, en la que el gobierno había anunciado que los ciudadanos iban a disponer de un pasaporte con el que podrían realizar viajes al extranjero sin grandes parafernalias. En cambio, el curso de Europa se alteró a raíz una pregunta. Ya habían preguntado si esta modificación facilitaba también el paso a la otra Alemania, ante lo cual, Schabowski improvisó un “also, doch, doch” (esto... claro, claro). Siguieron las preguntas y Schabowski empezaba a sudar frío, agobiado por el desconocimiento de las respuestas. Riccardo Ehrmann llevaba un buen rato con la mano levantada, hasta que, con la sesión casi levantada, le dieron la palabra:

- Wann tritt das in Kraft? (¿cuándo entra esto en vigor?)

- Was? (¿qué?) [Schabowski se atribulaba y rebuscaba entre los documentos que le entregó Krenz]

- Ab wann? (¿a partir de cuándo?)

- [Sacó de entre los papeles la nota de Krenz, y leyó:] Ab sofort. (a partir de ya)

Ya los periodistas estaban recogiendo y apenas nadie prestó atención a tan reveladora respuesta, pero Ehrmann se percató: había tirado el muro. Al poco de llamar a Roma y comunicar la noticia, los teletipos de las agencias anunciaron el fin de la fragmentación alemana y olas y olas de habitantes de la RDA se apelmazaron ante los pasos del muro, pasaporte en mano. Todos los guardias de seguridad estaban desconcertados, ya que no se les había comunicado ningún cambio en cuanto a la política de pasos, e igual estaban los jefes y funcionarios del gobierno, que se quedaban absortos cuando recibían la noticia, bien a través de los medios o través de subordinados perplejos que solicitaban instrucciones.

La confusión era extrema y la muchedumbre imparable. La presión alcanzaba el cielo y los guardias abrieron finalmente los pasos, cediendo a la marabunta, que, eufórica, decidió que se abrirían más y más pasos y comenzó a martillear el muro y a encaramarse y a gritar ¡por fin libres! Ya nada ni nadie podía detenerlos. El muro había caído y el pueblo vencía.

Las lecturas geopolíticas e históricas se las dejo otros. Con la parte que yo me quedo es con el maravilloso detalle de que todo era mentira. En ningún momento ningún cargo oficial había decidido que el muro caía y, en cierto modo, no fue nada más que una decisión unánime (por supuesto, escopeteada por unos titulares inciertos), no fue más que el acto unísono de miles de personas que dijeron: vamos a cruzar el muro.

Es posible, y espero, que haya más ejemplos como este, pero quizás sea el único que yo conozco en que el pueblo impuso su deseo y demostró ser imparable, igual que lo podría haber demostrado años o décadas antes, pero no lo hizo, inconsciente de su poder, o mejor, consciente de la endeble individualidad de la que se compone. E igual pueden las masas derrumbar tiranos y frenar máquinas, e incluso resucitar a los muertos, como en el poema de César Vallejo.

A lo mejor no somos tan insignificantes, a lo mejor sí que podemos cambiar el mundo, ¿o qué?.