CAMPANAS POR LA GRIPE A from ALISH on Vimeo.
martes, 20 de octubre de 2009
Teresa Forcades y la Gripe A
martes, 13 de octubre de 2009
Benedetti y mi secreto
Casi cinco meses son ya los que van a cumplirse desde que Benedetti guardara su bolígrafo para no sacarlo más. Aunque esta muerte sea, como escribiera él, uno de los absurdos previsibles, aún me acuerdo a veces, náufrago y solitario, y lo echo en falta. Claro que, en este caso, no hay pena que no arregle mi estantería de los libros.
Afortunadamente, él no sabe nada de lo que digo a continuación. Y como Dios no ha dado señales de vida, tampoco creo que Benedetti esté ahora leyendo esto desde ningún cielo. La cosa es que yo, rabioso en su momento, le dediqué unos versos lamentables (como todo lo que escribe un náufrago) cuando supe la noticia.
De pronto desconozco las razones por las que voy a hacer lo que voy a hacer, porque los náufragos somos extremadamente celosos de las porquerías que escribimos, pero de pronto tengo una tendencia imparable a lanzar una botella con mi precario réquiem. Espero que los recogebotellas me sepan perdonar.
“Si cada hora nos espera con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones”
−Mario Benedetti−
No me lo esperaba,
la verdad que no me lo esperaba,
¡mira que morirse a estas alturas!
Podría haberlo sospechado de otro
más dado a la autocomplacencia,
pero de usted, siempre al servicio de algo
siempre en los gritos de alguien...
la verdad que no me lo esperaba.
De usted, que medicó tantas veces
en patologías del alma
que consumió bolígrafos
en pro de la esperanza,
de usted y sus pupilas,
de su grave bigote,
de su punzante instancia
no me lo esperaba.
Si al menos hubiese anunciado:
−Oigan, me voy. Ahí quedan mis palabras.
Pero no. Hubo de marcharse ruin
de la noche a la mañana.
Ya le digo.
Hubiera sospechado de algún otro
inclinado a la escapada,
pero de usted, siempre en los huesos del mundo
siempre en la mano que allana...
De usted, que quemó las naves,
que lanzó botellas,
de usted y su Ángelus
y su Hagamos un trato
no me lo esperaba
Don Mario, no espere
−y con esto ya concluyo−
remisión o sucedáneos,
pero al menos un gesto le honra,
una humilde filigrana:
he visto que ha esparcido
versos por mi almohada.
P.D.: este náufrago necesita de vuestros comentarios para no perecer en su isla. Gracias.