Os cuento, pues, en esta botella, mi último robo. “...porque recordar significa precisamente...”. No sé qué precedió ni qué vino después de ese trozo, pero me hizo pensar sobre el significado de recordar, sobre su espacio preciso.
Recordar, etimológicamente, es volver a pasar por el corazón (cor, cordis). Cuando uno dice recuerdo, habla de algo cargado de sentimientos y fotografías. Entonces, los recuerdos son un elemento peligroso, ya que no viven en el juicio sino en las impresiones, y a menudo pueden matizarse al antojo de quien recuerda, que se atreve a poner y quitar para que el recuerdo esté cómodo en el corazón. Así, hay héroes históricos que también tuvieron su lado villano al igual que hay tiranos que hicieron algo sensato, pero en el recuerdo se mantiene sólo una de las partes, la que más destaque. Al igual, hay personas que ya no están (tal vez para siempre o sólo por un tiempo) y que, al recordarlas, las desproveemos de todo mal, para que adornen mejor la nostalgia.
Memoria, en cambio, no es en realidad un sinónimo. La memoria es el acto de mantener el pasado en la mente, un hecho tal y como fue, sin que lo abracen la subjetividad ni los ánimos. Son datos tal cual.
Y con todo esto empecé a pensar en el concepto de memoria histórica. Personalmente, me posiciono a favor de este concepto, me parece una acción necesaria que alivia a muchas personas que han sufrido o heredado actos sin justificación por los que nadie les había pedido disculpas. Apruebo los monumentos, los homenajes, las indemnizaciones, etc. Todo merece un sitio y, en cierto modo, las legislaciones que tratan este tema, pretenden ubicar la Historia de un pueblo y consonarla con la forma en que el pueblo la siente (la historia, digo).
En cambio, porque somos humanos, no es fácil parcelar estas dos maneras de observar el pasado y es fácil hacer de la memoria recuerdo, o, a lo mejor, viceversa. Una de las mayores polémicas en torno a la ley para la Memoria Histórica es el desenterramiento de fosas comunes, en concreto, el de la que supuestamente alberga a Lorca.
Si se encuentran los restos de Lorca, se ubican en un mapa y se incluyen en las guías turísticas, no sé qué beneficio obtendrá nuestra memoria o nuestro recuerdo histórico. Si la memoria es recordar un asunto tal y como ocurrió, creo que no hay mayor símbolo histórico y fiel a la Historia que el hecho de que uno de los artistas más importantes de todo el siglo pasado, una de las personalidades más singulares de la poesía y del teatro, esté en el subsuelo de algún punto incierto de la Vega de Granada que nadie conoce con certeza, tal y como resultó de los hechos que ocurrieron, así de cruel, así de injusto. Así lo prefiero. ¿Y vosotros?