lunes, 9 de noviembre de 2009

Berlín y la anécdota inaudita


Perdón por el retraso, pero hace no mucho que he vuelto de Berlín, la gran ciudad, y uno necesita su tiempo para readaptarse al naufragio. Justo he vuelto en las vísperas del vigésimo aniversario de la caída del muro, uno de los momentos históricos más trascendentales de los últimos 50 años y etc. En cambio, uno no vuelve a su isla para dar lecciones de historia, sino para contar la gran anécdota que se esconde detrás del derrumbe del telón de acero, que no mucha gente conoce, y que a mí se me antoja uno de los actos más heroicos que la humanidad ha llevado a cabo sin que nadie se lo ordenase.

Érase una vez una rueda de prensa convocada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de la antigua RDA a la que Riccardo Ehrman, corresponsal para la agencia italiana de noticias ANSA, asistió intrigado por las palabras del convocador (“es muy importante”). Era 9 de noviembre de 1989.

La rueda de prensa se planteaba como una de tantas en las que el gobierno anunciaría nuevas medidas aperturistas que posteriormente se anularían o se modificarían de forma que no fueran tan maravillosas como se anunciase. En cambio, en esta ocasión, se produjeron varios errores. En primer lugar, Günter Schabowski, portavoz del gobierno, acababa de regresar de las vacaciones y minutos antes de la rueda de prensa recibió de manos de Egon Krenz, jefe del partido comunista, los documentos que sostendrían sus palabras, entre los que había una nota en la que rezaba “Ab sofort” (a partir de ya) que posiblemente estuviese ahí traspapelada.

Casi a su término, la reunión iba a pasar sin más como otra rueda de prensa, en la que el gobierno había anunciado que los ciudadanos iban a disponer de un pasaporte con el que podrían realizar viajes al extranjero sin grandes parafernalias. En cambio, el curso de Europa se alteró a raíz una pregunta. Ya habían preguntado si esta modificación facilitaba también el paso a la otra Alemania, ante lo cual, Schabowski improvisó un “also, doch, doch” (esto... claro, claro). Siguieron las preguntas y Schabowski empezaba a sudar frío, agobiado por el desconocimiento de las respuestas. Riccardo Ehrmann llevaba un buen rato con la mano levantada, hasta que, con la sesión casi levantada, le dieron la palabra:

- Wann tritt das in Kraft? (¿cuándo entra esto en vigor?)

- Was? (¿qué?) [Schabowski se atribulaba y rebuscaba entre los documentos que le entregó Krenz]

- Ab wann? (¿a partir de cuándo?)

- [Sacó de entre los papeles la nota de Krenz, y leyó:] Ab sofort. (a partir de ya)

Ya los periodistas estaban recogiendo y apenas nadie prestó atención a tan reveladora respuesta, pero Ehrmann se percató: había tirado el muro. Al poco de llamar a Roma y comunicar la noticia, los teletipos de las agencias anunciaron el fin de la fragmentación alemana y olas y olas de habitantes de la RDA se apelmazaron ante los pasos del muro, pasaporte en mano. Todos los guardias de seguridad estaban desconcertados, ya que no se les había comunicado ningún cambio en cuanto a la política de pasos, e igual estaban los jefes y funcionarios del gobierno, que se quedaban absortos cuando recibían la noticia, bien a través de los medios o través de subordinados perplejos que solicitaban instrucciones.

La confusión era extrema y la muchedumbre imparable. La presión alcanzaba el cielo y los guardias abrieron finalmente los pasos, cediendo a la marabunta, que, eufórica, decidió que se abrirían más y más pasos y comenzó a martillear el muro y a encaramarse y a gritar ¡por fin libres! Ya nada ni nadie podía detenerlos. El muro había caído y el pueblo vencía.

Las lecturas geopolíticas e históricas se las dejo otros. Con la parte que yo me quedo es con el maravilloso detalle de que todo era mentira. En ningún momento ningún cargo oficial había decidido que el muro caía y, en cierto modo, no fue nada más que una decisión unánime (por supuesto, escopeteada por unos titulares inciertos), no fue más que el acto unísono de miles de personas que dijeron: vamos a cruzar el muro.

Es posible, y espero, que haya más ejemplos como este, pero quizás sea el único que yo conozco en que el pueblo impuso su deseo y demostró ser imparable, igual que lo podría haber demostrado años o décadas antes, pero no lo hizo, inconsciente de su poder, o mejor, consciente de la endeble individualidad de la que se compone. E igual pueden las masas derrumbar tiranos y frenar máquinas, e incluso resucitar a los muertos, como en el poema de César Vallejo.

A lo mejor no somos tan insignificantes, a lo mejor sí que podemos cambiar el mundo, ¿o qué?.

12 comentarios:

fjdm dijo...

Ayer conocí la anécdota, por llamarlo de alguna manera. No somos conscientes del poder de organizarse.

Hablaremos largo y tendido sobre este asunto más adelante :-)

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Aquel día, hace veinte años, viendo imágenes por tv me embargó cierta emoción. Claro que yo vivía y sigo viviendo lejos de aquel muro. (Al menos, eso creo).

Tiempo después me informaron o llegué a la convicción de que no fue tanto la libertad, como el relumbrón de los neónes de la Alemania Federal lo que movió a las masas, que ansiaban teles en color y coches de gama alta, que lo elemental lo tenían sobradamente.

Ahora, no sé qué pensar. ¿Qué es mejor, cebollas en Egipto o hambre en el desierto libre? Habrá que preguntárselo a los saharauis.

Mientras reflexiono sobre ello, leo esto otro: http://blogs.21rs.es/lamet/2009/11/09/los-otros-muros-de-la-verguenza/

Y miro a mi alrededor, y aunque con crisis, nadie sale del hogar paterno hasta tener casa, luz y lumbre; cuatro ruedas confortable; tele plasma, cama ergonómica debidamente musicalizada y seguro médico privado que el público deja mucho que desear.

Vivir para ver.

Buscador de Corazones dijo...

Me encanta esta nueva entrada, ¡menuda anécdota periodística!

Para que después digan que los medios de comunicación manipulan jajajaj ¡y qué cierto es!


Espero que andes bien soulman ;)

Sara dijo...

A mí esta parte de la historia alemana, y europea, al fin y al cabo, me parece fascinante y siempre me emociono un poco el tema. Ayer estaba en la Puerta de Brandenburgo cuando tiraron una fila de piezas gigantes de dominó que simulaban la caída del muro y pensaba en la fuerza que tenemos unidos y en que las utopías, a veces, asoman tímidamente la cabeza para que nuestra esperanza en otro mundo mejor no se agote. Un beso desde tierras frías.

Deluz Films dijo...

Vaya, vaya, ¡cómo influimos en la historia los periodistas! Para bien o para mal.

Tengo que visitar Berlín. Estoy buscando vuelos baratos a escondidas jeje

El lanzador de botellas dijo...

Bueno, a pesar de lo emotivo de la historia, creo que, aunque sea triste, Miguel Ángel tiene razón: tal vez no persiguieran la libertad sino el capitalismo. Aunque el acto sigue siendo el mismo: fueron ellos los que dijeron ¡se acabó!

¿Qué es mejor, cebollas en Egipto o hambre en el desierto libre? Pues la opción de elegir, que es la que no suele existir. Y esto es aplicable a todos y cada uno de los aspectos de la vida.

Y por supuesto quedan otros muros, Galeano se pasó por aquí una vez a decir algo al respecto: http://botellaalmar1.blogspot.com/2008/06/muros-por-eduardo-galeano.html

Un saludo a todos.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Gracias, Lanzador, por el aviso. No había buceado tan profundo. Ya lo tengo, veré qué hago con ello.

Y lo de las cebollas, pisssss, tendrás razón, que libertad vigilada o tutelada o hipostasia, es libertad; pero un poquito menos, así lo pienso yo.

BLQ dijo...

es fascinante tu relato, pero al igual que tú, estoy de acuerdo con Miguel Angel. Es verdad que fue el pueblo quien se impulsó para buscar esta libertad, aunque fuera la libertad de poder consumir y, por lo tanto, contaminar más. Ahora, veinte años más tarde, la gente no tiene nada de lo que le prometieron, salvo posiblemente en Alemania y algunos ricos de los países del este, sino que además se mueren de hambre. Saldrán ahora a buscar de nuevo una verdadera libertad? Por las noticias están obtando por el lado opuesto al stalinismo (que no confundamos con comunismo porfavor), es decir, tiran hacia el fascismo.

saludos

Lazarillo dijo...

Encantado de descubrirte, lanzador de botellas. Leeré tus mensajes al mar de la vida. Saludos.

El lanzador de botellas dijo...

Eloi, curiosamente en Alemania del Este, es decir, en la antigua zona comunista, es donde más florece el neofascismo. No sé así, sin reflexionar, qué lectura tiene eso, pero me parece un dato muy paradójico.

Lazarillo, el encantado soy yo de que alguien supere el mar de azares y alcance mis botellas, espero verte a menudo.

Sara dijo...

Lanzador de botellas, por aquí me he ido enterando de que precisamente la antigua zona de la DDR es la más pobre, donde hay menos ingresos, menos acceso a la educación superior, más desempleo, más fracaso escolar, más alcoholismo, etc. En estas situaciones es cuando la gente se radicaliza y entonces se convierten o bien en punkies, que en Berlín hay muchísimos, o bien en fascistas que le echan toda la culpa a los extranjeros "porque les quitan el trabajo". Más o menos es la conclusión que yo he sacado. Espero que sirva :-)

Anónimo dijo...

soy martin, y hoy me he metido, y la verdad es que esta anecdota es increible, como un pequeño fallo puede cambiarlo todo...