viernes, 12 de septiembre de 2008

Mis niños y el saco roto



Hace ya casi un mes que he vuelto de la imponente Sierra de Cazorla, en la que he pastoreado niños de entre 9 y 11 años en primer término y a 47 niños de entre 9 y 18 años en general. Son diez días de convivencia extrema que culminan en lagrimillas de logro; de logro porque lo hacemos por amor al arte, porque todos somos ciudadanos de a pie y porque qué menos que permitirte un suspiro de orgullo. Son diez días en los que intentas condensar todo un modelo de vida y untárselo a los niños: respeta la naturaleza, sé íntegro, comparte con los demás, come sano, no seas competitivo, valora lo que te brinda tu vida, aprende a valerte por ti mismo, no tengas complejos...

Es mágico porque los niños se ensucian y sus madres no les riñen y porque vienen corriendo a llevarte a que veas un bicho que nunca habían visto en la playstation ni por la tele, porque descubren que les gusta la ensalada y porque se bañan en el mismo Guadalquivir que se vuelve grande y sucio en Sevilla. Pero siempre queda pensar la utilidad de estos diez días, frente a los 355 restantes que trabajan en contra de todo lo que hemos intentando hacerles ver. Uno se consuela pensando bah, siempre será mejor que si no los hubieran vivido, aunque asumes que todo cae en saco roto.

En cambio, hay pequeños detalles que te dicen ¡ves como sí que tiene sentido! Pequeños detalles como que una niña prefiera no ir a McDonalds después de que le hayamos hablado de la comida sana o que mi hermana, para el nuevo curso, le pida a mi madre unas zapatillas bonitas pero que no sean de marca después de que viajásemos por un mapamundi hablando sobre la situación de la infancia en otros países y la explotación infantil.

2 comentarios:

Joselu dijo...

No sé si con mucho éxito -tengo una hija preadolescente- fuimos tres semanas a Lanzarote este mes de julio pasado. Las reglas eran que nada de televisión. Yo a cambio me abstendría de leer el periódico, al que soy adicto habitualmente. Oíamos en el apartamento Radio Tres como fondo musical. Creo que estos periodos de desconexión de la cultura oficial como el que tú has descrito son importantísimos. Se puede vivir -aunque es difícil- apartado de los parámetros que dictan los mass media. Quizás en esos niños anide para tiempo después una semilla de valores que tienen como centro la integridad, el compartir, la no competividad. Nunca se sabe adónde van a ir a parar nuestras palabras y nuestros ejemplos. Quizás vayan a saco roto o caigan en tierra fértil. Quizás lo sepamos tiempo después. Gracias por tus palabras. Tú sí que eres un referente, amigo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Siempre merece la pena.

Con el paso de los años voy entendiendo el verdadero significado del ying y el yang. O al menos la interpretación que le voy dando con el tiempo es que es necesario contribuir a mantener los equilibrios. También desde la parte buena. O la que uno cre que es la buena (que siempre lo es) :-)

Un vandaluz