martes, 23 de septiembre de 2008

Exxon y las burbujas de metano



Exxon Mobil es la empresa con más beneficios del mundo y la primera potencia petrolera. Como resultado, las emisiones de CO2 de este gigante (más de una gigatonelada anual, o sea, más de un millón de toneladas) sólo la superan cinco países, a saber (casi no hace falta), EE UU, China, Rusia, Japón y la India.

Esta empresona, además, ha estado derivando parte de sus ahorrillos al grupo de indolentes que todavía se muestran escépticos con el cambio climático. En cifras, 23 millones de dólares han ido a los bolsillos de 43 grupos de “expertos” con el designio de desmentir la existencia del calentamiento mundial y, sobre todo, la responsabilidad de la actividad humana en todo este hervidero. (Financiado así, más de uno se apuntará al escepticismo). Los fines de estas contrainvestigaciones, además de, obvio, relajar a la opinión pública, eran el retrasar las medidas del Gobierno de Estados Unidos para recortar las emisiones y frenar la búsqueda de energías alternativas.

En los últimos días se ha hecho pública una noticia: con el derretimiento de los polos (fenómeno probadamente inexistente según Exxon), se están liberando millones de toneladas de gas metano contenido en los fondos marinos. El gas metano es 20 veces más dañino que el CO2, el planeta bulle, se achicharra y se sacude y los magnates de Exxon Mobil amasan la mayor fortuna mundial y financian la levadura escéptica para que nadie los pare. Y además, con la nueva fase del neoliberalismo, si algún día dejan de ser retorcidamente ricos y quiebran, papá-Estado los acogerá cual hijo pródigo; pero sobre actual Socialismo para ricos ya tiraré una botella otro día (y con suerte le cae en la cabeza a alguien que se lo merezca)


Texto de la foto: Beneficios de la compañía / Calentamiento global

viernes, 12 de septiembre de 2008

Mis niños y el saco roto



Hace ya casi un mes que he vuelto de la imponente Sierra de Cazorla, en la que he pastoreado niños de entre 9 y 11 años en primer término y a 47 niños de entre 9 y 18 años en general. Son diez días de convivencia extrema que culminan en lagrimillas de logro; de logro porque lo hacemos por amor al arte, porque todos somos ciudadanos de a pie y porque qué menos que permitirte un suspiro de orgullo. Son diez días en los que intentas condensar todo un modelo de vida y untárselo a los niños: respeta la naturaleza, sé íntegro, comparte con los demás, come sano, no seas competitivo, valora lo que te brinda tu vida, aprende a valerte por ti mismo, no tengas complejos...

Es mágico porque los niños se ensucian y sus madres no les riñen y porque vienen corriendo a llevarte a que veas un bicho que nunca habían visto en la playstation ni por la tele, porque descubren que les gusta la ensalada y porque se bañan en el mismo Guadalquivir que se vuelve grande y sucio en Sevilla. Pero siempre queda pensar la utilidad de estos diez días, frente a los 355 restantes que trabajan en contra de todo lo que hemos intentando hacerles ver. Uno se consuela pensando bah, siempre será mejor que si no los hubieran vivido, aunque asumes que todo cae en saco roto.

En cambio, hay pequeños detalles que te dicen ¡ves como sí que tiene sentido! Pequeños detalles como que una niña prefiera no ir a McDonalds después de que le hayamos hablado de la comida sana o que mi hermana, para el nuevo curso, le pida a mi madre unas zapatillas bonitas pero que no sean de marca después de que viajásemos por un mapamundi hablando sobre la situación de la infancia en otros países y la explotación infantil.

lunes, 8 de septiembre de 2008

"En un mundo libre" y las revueltas de Roquetas


“En un mundo libre” es la última película de Ken Loach y la última película que he visto. Su protagonista, una rubia puteada en su trabajo, una empresa de trabajo temporal que contrata a inmigrantes, monta en cólera por aguantar a sus jefazos, que la echan. En su afán de venganza y haciendo uso de su iniciativa, monta una empresa del mismo estilo para que nadie más la putee, convirtiéndose en su propia jefa, en tirana jefa que explota a inmigrantes, que no les paga, que les promete e incumple las promesa, que los desprecia...

En España, el 52% de los pobres son inmigrantes procedentes de fuera de la UE (yo llamaría “turistas” a los de dentro). Ante la situación actual del paro, el portavoz parlamentario del PSOE dijo que "Lo prioritario es atender a los ciudadanos españoles que necesitan trabajar. Si hay un puesto de trabajo que puede ser cubierto, en función de la cualificación requerida, por un desempleado español, éste tiene que tener prioridad". Es decir, en vacas flacas, el extranjero tiene que ponerse a la cola, pero durante la bonanza, en los andamios no había mucho español, ni en el campo, ni en los bares y los hoteles; es decir, en vacas flacas, el extranjero se pudre en el paro, aunque durante la bonanza, el extranjero se pudra trabajando para se hinche la burbuja que ahora les explota en la cara...

Toda esta reflexión me iba viniendo tras la película y concluí: pocos problemas dan las comunidades de inmigrantes para como son tratados. Hoy, desayunando, me encuentro con que en Roquetas de Mar, los subsaharianos han reproducido revueltas desatadas por el asesinato de un senegalés de 28 años, apuñalado por un supuesto lío con el narcotráfico que todos los que lo conocían desmienten.

Después de la película y las reflexiones, mi corrección política no me permite justificar lo de Roquetas, pero lo empatizo perfectamente: no buscan venganza en las revueltas, buscan desahogar el hecho de haber nacido, por casualidad, en la parte quebrada del mundo, haber tenido que dejarlo todo y haber sufrido como nadie al separarse de su familia, haber sufrido una llegada dura, persecutoria, acusadora, haber aguantado el rechazo, la estafa, el robo, el hacinamiento, el despropósito, la desconfianza, el abandono de su condición de personas y el asesinato de un joven senegalés al que los medios ni siquiera llaman por su nombre.


El lanzador de botellas

martes, 2 de septiembre de 2008

DUROS, por Teodoro Santana



De pequeños nos enseñaron que teníamos que ser machotes. Que los hombres no lloran. Ni gimen. Ni se besan. Teníamos que demostrar una cierta ferocidad. Devolver golpe por golpe. Salvo, claro, que el golpe viniera de la autoridad constituida. El maestro. El guardia. Los padres. El cura.

Además, teníamos que ser atrevidos. Arriesgada-mente bárbaros. O, al menos, aparentarlo. Porque sólo había una cosa peor que te llamaran "gallina": que te llamaran "niña". O "mariquita". Tales terribles insultos eran intercambiables entre sí. Por eso debíamos ser crueles. No confraternizar con las mujeres. Alejarnos de los homosexuales. Mear más lejos que nadie. Escupir. Fumar como carreteros.

Escondíamos nuestra debilidad detrás de una coraza. Y si había problemas, ahí estaban mamá, la abuela o la hermana para echarnos un capote. Pasados los años, algunos dejaron todo eso atrás. Y se convirtieron en tipos verdaderamente duros. Tan duros que no se cortan un pelo en abrazar y besar a los amigos que quieren. Más aún: son tan duros que reconocen, como si tal cosa, que quieren a sus amigos. Son tan recios que, si les apetece llorar, lloran.

Pero eso no es nada. Son tan fuertes que lavan la ropa. La tienden. La recogen. La doblan. La planchan –empezando las camisas por el cuello–. Son tan independientes, que hacen la comida. Y sin dejar la cocina hecha un salpicadero. Son tan acerados que friegan la loza. Pero todos los días, o sea. Nada de hacerlo de vez en cuando, como para ayudar. Con determinación férrea, limpian el baño, barren, quitan el polvo, baldean los pisos. Hacen la compra, mirando bien calidades y precios, pues han aprendido la importancia de saber hacerlo. Son tan duros, tan duros, que saben cambiar pañales con una sola mano, comprobar la temperatura del biberón, poner el termómetro.

Son conscientes, además, de que todo eso no tiene ningún mérito. Porque son tan enteros, que no quieren que nadie les haga de sirviente. Se encuentran entre ellos e intercambian con naturalidad comentarios sobre detergentes, sobre política, sobre fútbol, sobre sexo. Sean heterosexuales o gays, son profundamente masculinos, viriles, sensuales.

Todavía son bichos raros, hay que reconocerlo. Por eso hay lista de espera, mis niñas. Yo mismo estoy tentado de coger la vez.