lunes, 16 de febrero de 2009

El Metro de Madrid y la Amazonía


En mi isla no hay metro, pero este fin de semana he estado en Madrid. Me gusta el metro porque se percibe de un brochazo la composición de una gran urbe. Puede que por arriba cada uno esté en su sitio, en su terreno, pero, en el subsuelo, todos se mezclan y comparten sin interacción los 20 minutos de trayecto: un homosexual con cresta, una beata arrugada, un obrero andino... En una parada, mientras esperaba, observaba a una latinoamericana cualquiera, de las de poca altura, espalda ancha, trenza negra alargada y mirada escurridiza. Estaba sentada, con los pies casi colgando, un gesto amable y una anticuada chaqueta vaquera sobre el típico uniforme verde de las limpiadoras. La miraba y pensaba en lo terrible que tiene que ser cambiar el frescor de algún punto de la Amazonía por los ajetreados bajos de una ciudad europea y de alquitrán.

En el metro había pantallas que daban noticias locales. El locutor contaba que el gobierno de la Comunidad había dispuesto unidades especiales de policía para desactivar y perseguir nuevas bandas violentas de jóvenes sudamericanos. La mujer alzó la cabeza, escuchó estática la noticia y volvió a bajar su cara redonda, cansada, mientras negaba levemente, y se miró las manos.

P.D.: este náufrago pusilánime sólo vive de comentarios. Gracias.



4 comentarios:

Joselu dijo...

Cuando viene mi hermano de Zaragoza y viaja en metro, siempre se queda fascinado por el espectáculo que supone. Yo estoy acostumbrado y no me sorprende demasiado, pero sí que es cierto que es un mundo multicolor y variopinto el que viaja por el subsuelo. Alguien podría escribir un libro de relatos titulado Viajes en el metro. Me lo pensaré. Me molestan las pantallas de televisión que se dedican a hacer propaganda institucional. Ni siquiera en esos momentos te dejan en paz.

Anónimo dijo...

Pero, ¿hay alguna pantalla que no se dedique a hacer propaganda de su "institución"?... :-))))

El metro mola. Técnicamente, logísticamente, humanística, sociológica y demográficamente,...

Ansío de veras que llegue el "gusanito de faralaes" a la ciudad Mariana. Lo de gusanito viene por la forma (igual que el MetroCentro actual, por sus condicionantes técnico-políticos que algún día contaremos), y lo de faralaes, no tengo que decirlo, ¿verdad?.

No me digáis que no esperáis escuchar regalos como:

"conductooor, abra, conductoooor..." (golpe de paraguas en la puerta)

"chaaaachoooo, no fene usté así, homeeee"

Yo sí... :-P

Un Vandaluz

P.D.: me ha encantado la técnica de "es triste pedir..." para animarnos a los comentarios :-)

El lanzador de botellas dijo...

Buena idea lo del libro, Joselu, y puede que más sencilla de lo que pueda parecer.

¡Je! Vandaluz, será interesante desde una perspectiva sociológica ver a las Maris y a las Antonias, a los Yonatanes y las Jessicas en el metro.

Anónimo dijo...

Pues sí que tienes razón con respecto a lo de abandonar un trozito de Amazonia. Pero sus circunstancias son las que le han obligado a elegir. Galapagar un pueblecito muy tranquilo de la sierra de Madrid es un buen ejemplo de convivencia.

¿Añoraría yo España si me fuese? Creo que sí, de hecho me ha pasado.