miércoles, 16 de septiembre de 2009

El retorno y la partida

A veces los náufragos somos tan vanidosos y egoalgo que necesitamos que nos entierren en cumplidos para retomar la tarea de lanzar mensajes embotellados con el objetivo de escapar algún día de este raro naufragio que es el universo. Y este retorno (que espero mantener) me ha hecho pensar en que a veces un retorno y una partida no son antónimos.

Hace tres semanas que volví de Ecuador. Algunas de las sensaciones que he experimentado todavía no han terminado de madurar, algunas imágenes, conversaciones, momentos... siguen esperando una clasificación mental, un significado más profundo. En cambio, en el trayecto de ida hubo algo que me ha hecho pensar mucho y que tiene que ver con los retornos y las partidas.

A mi lado iba sentada una mamá ecuatoriana con una niña simpatiquísima de unos 10 meses; al otro lado, su marido, y dos hijas de 6 y 8 años con acento castizo. Me contaron que iban de regreso a Ecuador para no volver, que en España estaban desempleados y en Quito, el marido había conseguido un empleo. Llevaban 10 años viviendo en Murcia, sus tres hijas nacieron allí y eran felices. Me contaba ella, afligida, que la noche anterior lloraron ríos despidiendo a todos los amigos de esa etapa, que tuvieron que vender su piso, sus muebles... que sus hijas ni siquiera tienen muy claro qué es Ecuador e insisten en que ellas son de España y que por favor no se fueran, que ellas no sabían hablar de usted y allá hay que hablar de usted a casi todo el mundo.

No era un viaje de retorno, era un viaje de partida. Después, durante mis paseos por el caótico Quito, por las contaminadas calles del centro o por los desgarradores barrios del sur, me acordaba de ellos, de las niñas y de lo difícil que iba a ser para sus ojos infantiles, pasar de vivir en uno de los países más ricos del mundo a vivir en el segundo más pobre de Latinoamérica.

No sé cómo se llaman, y mucha tendrán que confabular los astros para que ellos lean esto, pero les deseo mucha suerte.

P.D.: si alguien ve a Berlusconi, que le diga de mi parte que sustituya una de sus bacanales por un vuelo transoceánico. Lo mismo hasta consigue intuir que algunos inmigrantes incluso tienen ciertos sentimientos, a pesar de que de partida sean delincuentes (no faltaba más).



3 comentarios:

Joselu dijo...

Entre mis alumnos de bachillerato había una alumna ecuatoriana. Llegó a España a los nueve años (llevaba ocho aquí), pero nunca logró adaptarse totalmente aunque tenía muchos amigos. Prefería volver a Ecuador por el estilo de vida que se lleva allí y con el que no había perdido el contacto. Ahora sus padres vuelven allí y ella está muy contenta. Espero que sea para bien. La crisis hace que se vuelvan a dar estos saltos hacia el punto de origen. Ha sido para muchos un paréntesis. Bienvenido a este espacio. Esperamos tus botellas.

Anónimo dijo...

Bienvenido a tu viaje de partida-retorno, se te echaba de menos.

Buscador de Corazones

El lanzador de botellas dijo...

Joselu, la cosa es que uno siempre pertenece a un lugar. Creo que poco dan que hablar los inmigrantes teniendo en cuenta los enormes vaivenes emocionales que tienen que vivir.

Gracias, Anónimo, seguiré por aquí.