sábado, 3 de octubre de 2009

Gasset y la Pantoja


El pobre Ortega y Gasset se pasó largos años definiendo al hombre-masa, advirtiéndonos del entonces recién estrenado tipo de sociedades en que la gran muchedumbre era consciente de su actitud gregaria y no tenía complejos por ello, se sentían cómodos en la banalidad, en el camino principal, aunque este no condujera a ninguna parte. Advirtió también de que llegaría el momento en que los gobernantes de los países serían los hijos de estas generaciones-masa, y destacarían por llevar a cabo políticas de remiendos que no acataban los problemas de raíz sino que los disimulaban y escurrían el problema hasta que, más adelante, volviera a aparecer crecido, o incluso insalvable.

Apuntó a la educación de la masa como única solución, ya que es la muchedumbre la que en realidad decide la historia, y no las minorías intelectuales. La función de estos últimos no era, para Gasset, la de arrinconarse en una torre de marfil sino salir a elevar el conocimiento del hombre medio.

Pero claro, en los tiempos de Ortega, esa tarea no era tan fácil como podría serlo hoy en día. En los tiempos de La Barraca, no había mass media tan mass media como los de hoy, no existía la televisión doméstica, ni internet, ni las listas de correos electrónicos ni prácticamente ninguna de las vías que en esta engañosamente llamada “era de la información” tienen mayor alcance social.

Pero si el pobre Ortega y Gasset volviera, moriría del asco a los cinco minutos de sentarse a ver la televisión. Lo de la prensa del corazón lo tengo medio asumido: hay gente con una vida tan miserable que considera enriquecedor escuchar las miserias de otra persona que se enriquece mientras tanto. Una especie de retroalimentación triste y chabacana que ahí está, vale.

Pero lo que últimamente me tiene las venas hinchadísimas es esta oleada de biopics de salir del paso que emiten nuestras cadenas, normalmente, en dos o tres capítulos. Primero fue Marisol, le siguió Franco, Lola Flores y ahora ha sido el turno de la Pantoja. En estas películas, buscan actores extraordinariamente parecidos, le ponen diálogos a las intimidades de estas personas, y ponen musiquita comprometida como fondo de las escenas más morbosas de sus respectivas vidas. Las proezas (si es que las hay) o los acontecimientos públicos por los cuales se hicieron célebres pasan a un segundo plano. Aquí, a diferencia de lo que ocurre en la prensa del corazón, sí que hay una inversión más o menos amplia en producción, casting, ambientación, promoción... Las emiten en horario de máxima audiencia y las publicitan a bombo y platillo al menos un par de semanas antes.

Y entonces es cuando yo y mis ilusas utopías nos preguntamos: ¿¿¿acaso no ha dado este país personas más merecedoras de un pseudo-film sobre su vida??? ¿¿¿acaso no cuesta lo mismo contar la vida de Vicente Ferrer??? ¿¿¿acaso no nos conocíamos ya al dedillo la vida de las cuatro folclóricas de turno??? ¿¿¿acaso es justo o necesario retratar a Franco como un buen padre y un buen marido???

Y son líderes de audiencia con cada una de ellas, y al día siguiente, en la carnicería de mis padres, todas las señoras opinan sobre Lola Flores como si la conocieran de toda la vida, y hacen juicios de conducta y dicen qué guapa era, pero no les preguntes por Mariana Pineda.

Y sí, ya lo sé, la vida de Ramón y Cajal no tiene montañas rusas, por tanto, no interesa y, por tanto, no da dinero, pero al menos ahora ya estoy más desahogado.

5 comentarios:

Joselu dijo...

Esto no tiene solución. La cultura de masas es la dominante y es su vertiente de banalidad la que más atrae a la gente. La cultura que tiene profundidad está dirigida a un público muy reducido. Las minorías exquisitas en que pensaba Ortega no tienen capacidad de dirigir a las masas, ni las masas quieren ser dirigidas. El hombre-masa (yo soy uno de ellos, mal que me pese) disfruta con la superficialidad, con el entretenimiento sin complicaciones, lo anecdótico... ¿Quién quiere profundidad? ¿Quién quiere cultura? Es el signo de nuestro tiempo en que el consumidor determina la sustancia de la cultura, la sustancia o falta de sustancia, mejor dicho. Poco puedo hablar de la televisión o los biopics que mencionas. Ni me había enterado. La televisión es una presencia en mi casa pero no soy espectador de ella. Casi te diría que añoro la televisión del franquismo (salvo sus noticiarios manipulados), pero en cuanto a cultura era muy superior a lo que vemos ahora. No había tanta porquería (su olor excita a las masas), había buen cine y excelente teatro. Un cordial saludo.

BLQ dijo...

Cuanta razó tienes, desahogate si crees que te va a hacer bien, tranquilo que te entendemos.

Yo tampoco estaba enterado de esta nueva moda en la televisión, a parte de porque vivo en Francia, ya que en casa carecemos de este aparato, ya que las cosas realmente interesantes se consiguen en Internet y la televisión quita mucho tiempo e inteligencia (a pesar de que sigue habiendo cosas buenas, pero repito, se consiguen por Internet).

Uno de los motivos de abandonar la televisión era la pudedumbre e incultura instalada en horas de máxima audiencia y también, a pesar de no estar en dictadura, de los noticiarios con noticias tergiversadas.

saludos

Animal de Fondo dijo...

Pues cada vez me gustán más los comentarios de Eloi y me parece que es el único de los cuatro que ha puesto algún remedio, porque sospecho que los otros tres seguimos teniendo tele. ¿Somos conscientes de lo que pediríamos si alguien nos preguntara nuestro precio para venir cada día un rato a casa a manipularnos, o al menos a intentar hacerlo?
A mí el último programa que me gustó en la tele era uno de los de Joaquín Soler Serrano. Y como dice Eloi, con toda la razón, se consigue por internet.
Saludos cordiales.

El lanzador de botellas dijo...

Tengamos o no tengamos tele (yo tengo porque aún vivo con mi familia), no tenerla será la solución para nosotros que vemos el problema, pero el resto del mundo seguirá fanatizando a Gran Hermano cada temporada.

Como dice Eloi, y Animal de Fondo, lo bueno está en Internet, pero como dice Joselu, la porquería es lo que excita a las masas. Entonces, si las masas son felices y las productoras también, ¿habrá en realidad un problema o simplemente somos unos inadaptados, como Bernard Marx en 'Un mundo feliz'?

BLQ dijo...

somos unos inadaptados posiblemente, pero recuerda que la felicidad que se respira, o mejor dicho se respiraba, es efímera y depende mucho del consumo y el dinero.

ahora ya no hay ni tanto consumo, ni tanto dinero, la gente tiene más tiempo y puede que se invierta las tendencias hacia una cultura y una vuelta a un pueblo con una ideología política consumada. Mas a mí, que me gusta ser realista, me parece que el tema va a seguir igual, las masas están acostumbradas a la porquería y los populistas subirán con sus discursos xenófogos, racistas, homófogos, en definitiva, fascistas (ya pasa en casi toda Europa).

aunque digan que la crisis ha acabado, ahora llegan diez años de duro camino para la clase obrera (que ya nadie le gusta sentirse como tal, ya nadie quiere ser un paria y salir a la calle a protestar por haber sido engañado). La otra vez que pasó esto se acabó por la subida del fascismo y una guerra mundial. No creo que las cosas pasen igual, pues la historia es rotativa pero no parecida, pero para mi que llegan tiempos difíciles.

en todo caso, ser unos inadaptados puede permitirnos a ver las cosas tal como llegan y salvarnos el pellejo si somos listos. Y si al final las cosas no llegan, esto es un nuevo bache del sistema, seamos felices nosotros también dentro de nuestra inadaptación e intentemos hacer algo por el planeta y por la sociedad (si al planeta no le da por explotar que es lo que podría llegar)

gracias Animal de Fondo por tu piropo y saludos a todos